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Me tropiezo en la web de Theyetee.com con esta camiseta (no disponible ya) que, con sencillez y sin aspavientos me pone frente a frente con la esencia de mi mito de los videojuegos predilecto. El cazador es, también, el enemigo. Bajo la manta fantasmal se esconde el comedor de cocos. ¿Son, pues, los fantasmas de Pac-Man, en realidad, fantasmas de otros seres pac-manoides? ¿O es aún más complejo? Observen el dibujo: el fantasma es la piel, Pac-Man el esqueleto. ¿Es Pac-Man, en definitivas cuentas, el fantasma de los fantasmas? Teniendo en cuenta que los fantasmas se convierten en sus propios fantasmas cuando son devorados, y que la sobriedad y abstracción del mítico laberinto tiene un concepto que lo entronca con una especie de infierno sintético, en el que la única aparente salida es también una vía de entrada, y en el que cuando todas las bolas han desaparecido, el enigma ha sido resuelto, simplemente se vuelve a comenzar de nuevo… bueno, quizás el nivel 256 no es, después de todo, ese error de programación que siempre hemos creído, sino un corrupto paraíso que supone un auténtico alivio para el héroe de esta historia. Sea quien sea o le toque a quien le toque.